Hoy es uno de esos días en los que vale la pena leer estas cosas:
Esto sucede un martes 13 del año 2010. Lejos de ser un día ominoso, como la fecha anticipa, éste es el día que recordaré con más cariño en el taller. Mis mujeres han decidido ellas mismas esperarme en el salón de actividades para niños, que durante la semana está desocupado porque los niños están en la escuela. Lo han decidido así para estar “más tranquilas”. Allí me conduce una de las educadoras, y al entrar me encuentro con Silvana y Ximena sentadas a una mesa muy baja, sobre sillitas confeccionadas a la medida de los chiquitos que allí trabajan, como en los jardines de infantes. Silvana tiene a su bebé en brazos; está dándole pecho, y alrededor de la mesa camina, gatea y salta el chiquito de Ximena, que se entretiene con los diversos juguetes de la salita.
He traído un tomo de Las mil y una noches con grabados antiguos y tapa dura, que hay en mi casa desde hace muchos años y cuyo origen es oscuro. Se quedan mirando la reliquia que emerge con dificultad de la boca de mi bolso. Comienzo a explicarle a Silvana, que estuvo ausente el martes pasado, por qué traigo este respetable tomo, pero Ximena me quita la palabra. Que Karina se llama también Scheherezade, que Scheherezade es la narradora de los cuentos de las Mil y una noches, que Aladino es uno de esos cuentos, que Scheherezade se había casado con un sultán que mataba a sus esposas al amanecer de su primera noche de bodas, que Scheherezade lo había conquistado con sus cuentos y por eso había sobrevivido mil y una noches, hasta que el sultán, enamorado de ella, ha cambiado y decide seguir con ella como esposa para siempre. Me asombra cómo prestó atención en la sesión pasada. Muchas veces tengo la impresión de que están absortas en sus propias historias, buscando la mínima excusa para ponerse a escribir como desaforadas. Pero el relato de la narradora de las Mil y una noches ha cautivado a Ximena, y ahora también a Silvana, que la escucha y exclama con entusiasmo, tal vez porque intuyen que la narración puede convertirse en una tabla de salvación para ellas mismas, al igual que para la Scheherezade de la leyenda. Contar historias salva, por eso ha resultado una fuente de inspiración.
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