Ilustración: Rossana Piccini |
EL CASTILLO
Verónica D'Auria
Tengo que construir un castillo pensó la niña y se dirigió hacia el agua pero se detuvo cerca de la orilla. Tengo que construir un castillo grande que tape mi visión de la isla pensó .Un castillo con pinitos como el baño fundido de una torta que se va chorreando en capas Tengo que hacer un pozo grande alrededor de un círculo de arena, pensó, y con la pequeña pala de plástico verde trazó un círculo imperfecto pero que igual servía para completar sus planes.
Tiene que tener conchillas en las ventanas y un foso profundo lleno de algas pensó. Mientras tanto se secaba el sudor que le corría entre el cerquillo desgreñado. Tiene que ser muy alto, más alto que el horizonte pensó mientras formaba un cono de arena en donde antes había trazado un círculo amplio y ponía sobre el montículo la palma pequeña de su mano sabiendo que la marca era también precaria y perecedera.
No va a tener dragones ni príncipes pensó. Solamente los diseños de arena empapada en agua formando estilizadas torres que iban a verse a lo lejos cuando cayera el sol bajo los pinos. No va a tener tapices ni gente ni puente levadizo, aunque sí va a verse el foso lleno de algas separando la playa del castillo.
Mientras tanto le crecía el pelo en mechones rebeldes como las crines de algún caballo dorado y se le agrandaban las manos que se volvían más finas con los dedos largos que se iban llenando de pulseras y de anillos.
Tengo que hacer que crezca más que el horizonte pensó y trajo con su cuerpo mas largo y más pesado tres baldes donde echó varias paladas de arena para decorar el cono sobre la playa desierta.
El foso solo va a tener algas verdes; no quiero las violetas ni las rojas pensó mientras la figura se le iba modelando y sobre el cono a contraluz del mediodía se veía el perfil de los senos que iba dividiendo a la fracción de la luz de la fracción que quedaba a la sombra de su cuerpo.
No va a tener puerta de entrada ni de salida, pensó y sintió un poco de frío por el viento que se levantaba. A lo lejos veía al hijo correr de la mano de su padre acercándose al agua y alejándose asustado cuando venían las olas.
Voy a empezar a decorar la base, pensó. Siempre es mejor empezar por la base hacia arriba y fue extrayendo delicadas porciones de arena con las uñas nacaradas alineando en círculos cada vez más estrechos las gotas que caían sobre el castillo que cortaba en dos el horizonte. El hijo jugaba a la pelota en una cancha improvisada con cuatro chancletas que marcaban el lugar donde irían los dos goleros.
La arena está muy seca pensó. Tengo que ir a la orilla para llenar los baldes de nuevo. El hijo estudiaba de un libro de historia sacándose la arena espesa de la boca mientras miraba de a ratos a las muchachas que caminaban despreocupadas hacia el muelle.
Las conchillas no tienen que tener los bordes rotos pensó y las fue seleccionando una por una de la pequeña bolsa de nylon en donde se mezclaban algunas formas blancas casi translúcidas con otras más rosadas o de color tostado y las iba colocando sobre el castillo chorreado como si fuesen párpados. El hijo y su novia leían a lo lejos: de a ratos completaban un juego de palabras cruzadas.
Tengo que construir cuatro torres que no apunten ni al sur ni al norte , al este o al oeste. Cuatro torres que estén cerca del vértice pensó y el sol le iba secando el pelo transpirado hasta que al pasar su marido recogió un gorro de paja y se lo puso en la cabeza para que no se insolara.
Tengo que decorar la punta del castillo. Tengo que construir la torre más abstracta, la más fina, con gotas de arena mojada que parezcan suspenderse en el aire y no ser parte de toda la estructura, pensó y fue sacando del balde con manos como seda arrugada los restos de la arena, mirando a través de los lentes el castillo completo que separaba una mitad del horizonte de la otra mitad pero que no llegaba a tapar la visión de la isla. Tengo que terminar este castillo aunque crezca el mar y se devore a la arena de este círculo. Tengo que construir otro castillo que me impida percibir esta isla pensó y se recostó agotada a descansar al fin sobre la arena.
texto: ©VerónicaD'Auria
ilustraciones: ©RossanaPiccini
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Verónica D'Auria
Tengo que construir un castillo pensó la niña y se dirigió hacia el agua pero se detuvo cerca de la orilla. Tengo que construir un castillo grande que tape mi visión de la isla pensó .Un castillo con pinitos como el baño fundido de una torta que se va chorreando en capas Tengo que hacer un pozo grande alrededor de un círculo de arena, pensó, y con la pequeña pala de plástico verde trazó un círculo imperfecto pero que igual servía para completar sus planes.
Tiene que tener conchillas en las ventanas y un foso profundo lleno de algas pensó. Mientras tanto se secaba el sudor que le corría entre el cerquillo desgreñado. Tiene que ser muy alto, más alto que el horizonte pensó mientras formaba un cono de arena en donde antes había trazado un círculo amplio y ponía sobre el montículo la palma pequeña de su mano sabiendo que la marca era también precaria y perecedera.
No va a tener dragones ni príncipes pensó. Solamente los diseños de arena empapada en agua formando estilizadas torres que iban a verse a lo lejos cuando cayera el sol bajo los pinos. No va a tener tapices ni gente ni puente levadizo, aunque sí va a verse el foso lleno de algas separando la playa del castillo.
Mientras tanto le crecía el pelo en mechones rebeldes como las crines de algún caballo dorado y se le agrandaban las manos que se volvían más finas con los dedos largos que se iban llenando de pulseras y de anillos.
Tengo que hacer que crezca más que el horizonte pensó y trajo con su cuerpo mas largo y más pesado tres baldes donde echó varias paladas de arena para decorar el cono sobre la playa desierta.
El foso solo va a tener algas verdes; no quiero las violetas ni las rojas pensó mientras la figura se le iba modelando y sobre el cono a contraluz del mediodía se veía el perfil de los senos que iba dividiendo a la fracción de la luz de la fracción que quedaba a la sombra de su cuerpo.
No va a tener puerta de entrada ni de salida, pensó y sintió un poco de frío por el viento que se levantaba. A lo lejos veía al hijo correr de la mano de su padre acercándose al agua y alejándose asustado cuando venían las olas.
Voy a empezar a decorar la base, pensó. Siempre es mejor empezar por la base hacia arriba y fue extrayendo delicadas porciones de arena con las uñas nacaradas alineando en círculos cada vez más estrechos las gotas que caían sobre el castillo que cortaba en dos el horizonte. El hijo jugaba a la pelota en una cancha improvisada con cuatro chancletas que marcaban el lugar donde irían los dos goleros.
La arena está muy seca pensó. Tengo que ir a la orilla para llenar los baldes de nuevo. El hijo estudiaba de un libro de historia sacándose la arena espesa de la boca mientras miraba de a ratos a las muchachas que caminaban despreocupadas hacia el muelle.
Las conchillas no tienen que tener los bordes rotos pensó y las fue seleccionando una por una de la pequeña bolsa de nylon en donde se mezclaban algunas formas blancas casi translúcidas con otras más rosadas o de color tostado y las iba colocando sobre el castillo chorreado como si fuesen párpados. El hijo y su novia leían a lo lejos: de a ratos completaban un juego de palabras cruzadas.
Tengo que construir cuatro torres que no apunten ni al sur ni al norte , al este o al oeste. Cuatro torres que estén cerca del vértice pensó y el sol le iba secando el pelo transpirado hasta que al pasar su marido recogió un gorro de paja y se lo puso en la cabeza para que no se insolara.
Tengo que decorar la punta del castillo. Tengo que construir la torre más abstracta, la más fina, con gotas de arena mojada que parezcan suspenderse en el aire y no ser parte de toda la estructura, pensó y fue sacando del balde con manos como seda arrugada los restos de la arena, mirando a través de los lentes el castillo completo que separaba una mitad del horizonte de la otra mitad pero que no llegaba a tapar la visión de la isla. Tengo que terminar este castillo aunque crezca el mar y se devore a la arena de este círculo. Tengo que construir otro castillo que me impida percibir esta isla pensó y se recostó agotada a descansar al fin sobre la arena.
texto: ©VerónicaD'Auria
ilustraciones: ©RossanaPiccini
Verónica D’Auria (Montevideo,1963) es Licenciada en Letras de la Facultad de Humanidades. Estudia periodismo en la Asociación Cristiana de Jóvenes en 1982 y 1983. Trabaja como docente de lengua y literatura inglesa desde 1988. Publica un libro de poemas concretos,(E) Lecciones (Ediciones de Uno,1992), un libro de entrevistas junto con la poeta Silvia Guerra, “Conversaciones oblicuas entre la cultura y el poder” (Grupo Editor Caracol al Galope, 2002), una recopilación de cuentos y narraciones, “La última barrera” (G.E. Caracol al Galope, 2004), cuentos breves: “Telón de fondo” (Artefato, 2005) y "Las Alas de Piedra", 2008. También ha publicado artículos en publicaciones especializadas locales y del exterior (Chile, Inglaterra, EEUU, Polonia).
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